Relojes monumentales por Escocia

Medir el tiempo ha constituido uno de los misterios más extraordinarios para el hombre desde los albores de la humanidad. Se desconoce la fecha exacta de construcción del primer reloj mecánico, se cree que se desarrolló en Europa Central entre los siglos XII-XIII, difundiéndose  rápidamente por toda Europa, bajo los auspicios de la élite religiosa. El primer reloj mecánico conocido fue instalado en 1238 en  la abadía de Dunstable, Inglaterra. Estaba constituido por dos ruedas dentadas, impulsadas por una pesa.

No sabemos cuándo se estableció exactamente el primer reloj en Escocia — los registros escritos del período son muy escasos, muchos de ellos han sido destruidos durante la reforma — pero probablemente fueron décadas o más después de su invención. Los primeros registros conocidos de construcción de relojes mecánicos en Escocia se fechan en 1464. Sin embargo, tenemos como único testimonio el más antiguo reloj en funcionamiento, el de  St Bride’s church, en la ciudad de Douglas, al sur de Escocia. El reloj está datado en el año 1565 y fue un regalo de Mary, reina de Escocia, en el siglo XVI.

En nuestro viaje por tierras de leyendas, misterios, clanes y gestas históricas.  Observamos  como el viajero se envuelve en una recóndita neblina cuando emprende la travesía por los áridos paramos barridos por el viento, los acantilados, lagos sitiados por profundas brumas, salvaje vegetación, inhóspitos castillos, legendarias abadías, iglesias y ciudades históricas.  No hay un lugar como Escocia para percibir ese extraño sentimiento del tiempo detenido. Desde el castillo de Rosslyn con su reloj de 1596, y la capilla templaría, famosa por rodarse el Código da Vinci, atravesando Stirling, donde William Wallace libró la batalla por la Independencia de Escocia, la costa de Fife con sus pintorescos pueblos marineros hasta llegar a la parte más septentrional, podrá disfrutar del armonioso sonido de sus relojes, avisando durante siglos que la jornada laboral finalizó.

Davie Weir, de “H.E. Weir & Son”, una de las empresas más prestigiosas, dedicadas a la reparación de relojes monumentales en Escocia, nos invita a conocer el interior de uno de estos recónditos y secretos sitios ajenos a la vista. Accedemos a la torre de la Iglesia de Mannofield en Aberdeen, fundada en 1882. Construcción neogótica cuyo reloj de cuatro caras fue instalado en el año 1885, bajo el ministerio del reverendo William Forbes. El cubículo nos recuerda que nos hemos adentrado en un viaje al pasado accediendo por gestálticas escaleras para descubrir una insólita perspectiva de la ciudad a través de las cuatro esferas del tiempo que coronan la cumbre de la torre.

“Este reloj ha sido sustituido por un sistema eléctrico, de este modo no se necesita un mantenimiento regular y marca perfectamente el horario. Originalmente estaba formado por un reloj mecánico. La mayoría de estos relojes  poseían  un carillón y un juego armónico de campanas, pero cada vez más se cambian a eléctricos”,  nos señala Davie.

En la antigüedad cuando un reloj necesitaba ser arreglado se contrataba a un operario que durante el periodo de reparación acoplaba  una serie de brazas de cuerdas a los martillos para golpear las campanas y continuar marcando las horas hasta que el reloj era restituido. “Pero no todo el mundo quiere que su reloj sea convertido a eléctrico por  razones históricas. Entonces se restauran. Los relojes mecánicos se estiman y valoran más que los electrónicos a pesar de su mayor costo de mantenimiento; ya que son considerados por los expertos como obras de arte mecánicas”, agregan Weir & Son.

Durante las guerras, las torres de los relojes eran los emplazamientos perfectos para la vigilancia, coronando fortalezas y sosteniendo arcabuces defensores de la fe. A lo largo de Escocia podemos encontrarnos esas máquinas que además del tiempo miden generaciones de humanidad, de historias.  Claro ejemplo, lo tenemos  en la Catedral de Brechin, datada en el siglo XIII. El reloj fue sustituido en 1808, ya que el original fue dañado por  las fuerzas del Conde de Montrose en 1645, durante la guerra de los tres Reinos.

En nuestro viaje a través del tiempo, Edimburgo se convierte en parada obligatoria.  Por todas partes la mirada encuentra en las salientes de las construcciones la visión de la ciudad Patrimonio de la Humanidad. Ahora son los relojes que se elevan sobre las fachadas de las mansiones, de los antiguos colegios, de los templos; ahí está todavía majestuoso el reloj del señorial  Hotel Balmoral,  marcando el tiempo desde 1902;  aquel del Castillo acompañado a las 13h. de un estruendo de cañón  – el One o’clock Gun – , que cada día señala desde 1852 a los marineros  de las aguas del fiordo de Forth que es el momento de ajustar sus cronómetros;  son los de la Royal Mile con su antigua prisión Canongate Tolbooth, una distintiva construcción medieval, cuyo reloj es el favorito para ser fotografiado por los turistas; O el del Museo Nacional de Escocia, el Millenium Clock Tower, ubicado en el interior de la torre antigua y donde grotescos autómatas marcan lo mejor y peor del s.XX.

Glasgow es en nuestra última parada. Ciudad con glorioso pasado industrial y centro cultural de referencia que hará la delicia de los amantes de los relojes. Empezamos nuestro recorrido por Merchan city  y el Tolbooth Steeple, un antiguo campanario de siete pisos rematado por un reloj azul y una corona de piedra. Construido en 1627, formaba parte de las oficinas del Ayuntamiento y de la antigua prisión, destruida durante la segunda guerra Mundial.  El Tolbooth proporcionó el telón de fondo a muchos de los dramas de la ciudad y fue aquí donde las Brujas, los ladrones y los asesinos fueron tratados sumariamente, y colgados si era necesario. Junto a él se encuentra el reloj de la Iglesia de Tron Steeple, desconocemos la fecha exacta pero se situaría alrededor del s.XVII. El edificio construido en 1484, actualmente ha sido convertido en teatro. Son muchos los edificios religiosos reconvertidos en lugares de ocio en la cosmopolita Glasgow. Para los amanes del whisky es visita obligada St Andrew´s Church, con su reloj fabricado en 1756.  Actualmente es un lugar de copas. No podemos finalizar nuestra visita sin pasar por una de las joyas de la ciudad, Central Station. Construida en 1879. Con su impresionante fachada victoriana cuyo interior de hierro y cristal no dejará indiferente al viajero. Y por supuesto fotografiar su precioso reloj modernista testimonio de otras épocas y  punto de encuentro de parejas durante generaciones.

Es hora de tomar el tren de regreso, pero el viaje temporal no termina jamás. Solo los viajeros llegan a su destino. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración o en el sonido de los siglos de un reloj que nos recuerda que es la hora de partir.

Rosa Ulpiano

 

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