Hay dos verbos que, aunque resulten antitéticos, definen el placer de viajar en octubre: volver y explorar. El primero hace referencia a la inquietud cultural de muchas ciudades que, aprovechando el retorno a la rutina, organizan planazos irrechazables con los que hacer competencia a sus propios monumentos.
El segundo es el embrujo del otoño, el embellecimiento masivo de todo reducto natural en el hemisferio norte que hace que volver a la naturaleza sea un espectáculo visual y gustativo.
Por eso, sea cual sea tu ímpetu, las calles y los senderos te esperan.