Adiós a John Hurt

Tal vez por su físico enjuto y algo anodino, nunca llegó a convertirse en primerísima figura. Pero sir John Hurt, que murió el viernes por un cáncer de páncreas, tres días después de cumplir 77 años, fue un ejemplo acabado de esa escuela de actores ingleses que son garantía de calidad y cuya presencia siempre resulta grata. Ocasiones para disfrutar de su talento y de su voz extremadamente dúctil, ora áspera ora dulce, hubo muchas, porque rodó 150 películas, además de aparecer en series de televisión y en las tablas del West End. También fue muy inglés en lo de beberse hasta los floreros. Sus correrías con sus brillantes colegas dipsómanos Peter O’TooleRichard Harris rozaban lo explosivo. No se pasó al té hasta el tardío 2008.

Hurt había informado en 2015 de que luchaba contra un cáncer de páncreas. Ya muy enfermo, trabajó hasta el final. En junio todavía intentó subirse a un escenario londinense, pero hubo de renunciar por consejo médico. Ahora mismo está en cartelera uno de sus últimos papeles, en el biopic «Jackie», y todavía encarnó al premier Chamberlain en una última cinta. Murió en su hogar de Norfolk, al Este de Inglaterra. Su cuarta esposa, la pianista clásica Anwen Rees-Myers, con la que llevaba casado 16 años, lo despidió así: «John fue el más sublime actor y el más gentleman de los gentlemen».

Distinguido por la Reina como caballero en 2015, a John Hurt se le escapó el Oscar las dos veces que estuvo nominado. Sin embargo, una peculiaridad de su carrera es que está asociado a dos momentos inolvidables de la historia del cine. En 1979 encarnó al tripulante Kane en la nave espacial «Nostromo». El instante en que el Alien brota de su pecho es uno de los sustos más espectaculares jamás rodados. Su otro gran momento, para muchos el mejor de su carrera, llegó en «El hombre elefante» de David Lynch, en 1980. Allí encarnó a John Merrick, atracción de feria victoriana por sus horribles deformaciones, pero que al final logró hacer valer su gran humanidad, oculta tras su lacra de cuna. Hurt, que necesitó siete horas de maquillaje cada día, supo trasmitir de manera sublime el drama de aquel ser único. Robert de Niro lo dejó sin Oscar con «Toro Salvaje».

 Nacido en Derbyshire, en el Norte de Inglaterra, el agnóstico Hurt fue hijo de un reverendo anglicano y de una delineante. En su madurez destapó un trauma de su infancia: sufrió abusos sexuales a manos del director de una escuela de Kent. Vocacional de la actuación desde adolescente, se formó en la Real Academia de Arte dramático. El rol que lo puso en el mapa fue el del escritor, modelo y el activista gay Quentin Crisp, en 1975. Una apuesta de riesgo: «Muchos me decían que si hacía ese papel no volvería a trabajar». Pero le valió el aplauso de la crítica.

Es curioso en cuántos momentos importantes del cine y la televisión se coló el rostro áspero de Hurt. Fue el magnífico Calígula del clásico televisivo «Yo Claudio» y el yonqui inglés de «El expreso de Media Noche» (lo que le valió una nominación al Oscar como secundario). Hasta apareció en la saga Harry Potter como Mr. Olli Vande, el fabricante de varitas. La esritora J.K. Rowling lo ha despedido como «un inmenso talento».

John Hurt tenía fama de aceptar todo papel que le llegaba. Pero su corazón estaba con el cine de autor y con los llamados independientes. Trabajó para Gus Van SantJim Jarmusch y Lars Von Trier. También protagonizó una película española, «Los crímenes de Oxford», de Álex de la IglesiaElijah Wood, el coprotagonista, ha recordado que «fue un honor verlo trabajar».

Apasionado de las mujeres, se casó cuatro veces y entre el primero y el segundo matrimonio convivió 15 años con una pareja que se mató al caer de un caballo, un gran drama en su vida. Tuvo dos hijos con su tercera esposa.

Deja una respuesta